miércoles, junio 09, 2004

Vampiros, seres de la noche que anteceden al sol, cubriendo sus rostros con el manto de la oscuridad, gozando de la libertad que les da la noche, de la majestuosidad de sentirse dios, una y otra vez, una y cada noche, renovando su sangre inmortal, rindiendo tributo a la eternidad que los condena -o invita- a buscar una nueva víctima para inmolar.

Del cielo caí a la tierra de todos los días, a la bendita rutina que me aburre y me ancla, a recordarme mi corazón emocional que se duele por nimiedades, mi fortaleza para al final, hacerlo todo bien, o quizás no, pero para seguir adelante, caminando, sonriendo, más allá de las promesas y de los deseos.

Las noches de ayer parecen tan lejanas, una semana tan distinta a la anterior, entre tanto de tanto. Ahora, otra vez retomando mi yo, mis tareas, mi maestría, las cosas que hoy por hoy me dan significado, más allá de las expectativas -que no llegaron a ser-.

Me gusta verme, sentirme, cuidarme, estoy cómoda conmigo, hay cosas que me gustaría cambiar de mí pero no a mí.