lunes, marzo 06, 2006

Y súbitamente apareció, en medio del tiempo, o quizás antes del mismo? ¿lo antecedió? NO! El miedo no existía hasta la llegada del hombre. Somos nosotros los únicos cargados de miedos, de egoismo y de culpas... El miedo nos lo enseñan y lo aprendemos muy bien. O será que lo tenemos adentro, intrínseco? metido en la médula a punto de salir siempre, en cada momento? Disfrazado de placer, de dolor, de deseo, de adrenalina...., finalmente: miedo.

Miedo del contacto, miedo del encuentro, de la intimidad qué miedo!, del sentirse expuesto.
Miedo a ser evidenciado; de ser genuino, de no serlo; de pertenecer, de aislarse, de la gente, de la soledad? si tanto la deseo, al igual que el encuentro.
¿Qué sería de mí, sin mis miedos? Si me permiten hacer contacto con mi centro, con mi yo más primitivo para salirle al encuentro.
Si gracias a que tengo miedo es que tengo las alas que tengo, que quizás no son tan grandes en tamaño pero sí en portento.
Que por ellas es que no hay dimensiones ni límites para mis deseos más que aquellos que me impongo yo con mi razón -y mis razones- que no son las de nadie más, más que las mías.
Miedo que me lleva a encontrar mi libertad, el sentido del juego, del placer, del coraje y del deseo. El arrebato, la pasión y sí, porqué no, el miedo.
Y detrás del miedo también el amor... el amor y el miedo.