miércoles, marzo 24, 2004

En la penumbra de la noche, bajo la iluminación de la luna que se extiende por todos los rincones, acechan unos ojos gatunos, brillantes y luminosos. Refugiados donde su silueta pueda sólo insinuarse, donde nadie puede verle, ni apreciarle y mucho menos sentirle.

La misma luminosidad le impide a esta criatura salir de su guarida... al amanecer será mucho peor, ya que -en ocasiones-, como a los vampiros, la luz le impide salir y avanzar.

Seguirá vigilante, sin descanso, al acecho, sin saber que de tanto esperar el cansancio la puede vencer. Que en lugar de ser casadora la pueden casar. Que si ,en algunos casos, la vida se puede decidir, la muerte siempre llega por asalto, aún cuando se la está esperando.