lunes, noviembre 22, 2010

Ayer por la noche quedé impactada por la respuesta de mi hijo de 3 años. Estamos enfermos los tres, su papá, él y yo, tenemos una tos reseca que nos agota y encima él con una gripa que entre que fluye y no, ya le tiene la narisita lastimada. En fín, el caso es que se acercó la hora de dormir, él estaba molesto, "chillón" y queriéndose empezar a arrullar, para lo que usa un babero con el que se talla la carita hasta dormirse. Yo supuse que quería el babero pero su papá al no encontrarlo le pasó un pantalón de algodón y un pañuelo.
Fabián empezó a llorar con enojo y más fuerza. Yo salí por el babero y se lo dí. Después me metí con él a su cuna. Ese es mi momento privilegiado porque platicamos, me cuenta cuentos, en fín, estamos juntos y cercanos. Estando en ese momento le pregunté: y porqué lloraste? y me dijo: "porque yo quería mi babero y mi papá me dió un pañal y un pañuelo, y yo me sentí triste y enojado porque no me estaba escuchando..."
Entonces entendí que lo importante no era el babero, sino el escucharlo, el ponerle atención. Eso no sólo nos pasa con los niños, nos pasa todo el tiempo y me atrevo a generalizar, pero me impresionó la claridad con que un niño de tres años lo puede expresar y a mí, a mis 42 todavía me cuesta a veces, hasta identificar si es el "babero" o la falta de atención por la que me enojo o me entristezco. Creo que tengo que estar más en contacto con mi sabiduría original, interna, principal, para no confundirme más.