martes, enero 18, 2005

Bendita tranquilidad de tomar decisiones. Hace unos meses mi jefe me provocaba -además de un severo dolor de colitis- un malestar tal, que me era casi imposible venir a trabajar sin quejarme ni medio día! Afortunadamente todo tiene un límite y yo ya encontré el mío y más allá de eso, también encontré un nuevo camino en mi vida.

Resulta que luego de casi cinco meses de relación de pareja -con todo lo que conlleva construir un nidito: vivir en amasiato, compartir espacios, intercambiar sudores, olores, entre otras grandes cosas que nos regala o nos cobra el día a día; cuatro años de relación laboral y el último semestre de la maestría, redefiní mis prioridades y decidí que mi regalo de cumpleaños será RENUNCIAR.

!¿Pero qué mejor regalo que darle una nueva dirección a mi vida?! Estoy segura que ninguno, así es que a continuar con la magia de darle la vuelta al aburrimiento, a fluir con los compromisos finales antes del cierre, a prepararme para el diálogo final con mi jefe -que puede no resultar tan ameno- y decirle adios a los amigos, de veras buenos amigos que aquí he conocido. Eso sí que voy a extrañar: los amigos!

De veras me encantaría -más allá de las palabras vacuas que se dicen en las despedidas y de las cursilerías- continuar viendo a más de uno de estos amigos. Pocos lugares -debo reconocer- tienen la gracia -que el jefe, con todo y todo, no logra opacar- de reunir un cúmulo de personas valiosas e inteligentes.