martes, junio 01, 2004

El Vampiro. Tú que, como una puñalada en mi pecho doliente entraste, y cual rebaño de demonios viniste loco, engalanado, para de mi alma sometida hacer tu lecho y tu dominio: -infame a quien me encuentro atado como el forzado a su cadena, y el jugador tenaz al juego, y como el borracho a la botella, y a los gusanos la carroña, -¡sí, maldito, maldito seas! Yo supliqué a la espada rápida para ganar mi libertad, y dije al pérfido veneno que ayudara a mi cobardía. Mas, ¡ay!, la espada y el veneno me desdeñaron y me han dicho: "No eres digna de redimirte de tu maldita esclavitud, ¡Imbécil! -Si de su dominio nuestros esfuerzos te librasen, tus besos resucitarían el cadáver de tu vampiro!" Charles Baudelaire: "Las flores del mal"